El pueblo turístico abandonado de Granadilla, Cáceres
En el norte de Cáceres (tan al norte que casi está en Salamanca), una carretera rural, por la que no se puede circular a más de 30 kilómetros por hora, conduce hasta uno de los brazos que se adentran en las aguas del embalse Gabriel y Galán. En esa topografía desigual, se yergue orgullosa la localidad amurallada de Granadilla.
El castillo de la villa recibe a los visitantes
Sitiada por el pantano y la dehesa extremeña, alardea tras los muros de casas de colores y caminos rehabilitados como si en otro tiempo no hubiera sido abandonada y casi devorada por una maraña de zarzas. A la entrada de la villa, el castillo del siglo XV da la bienvenida a los visitantes recordándoles que hace falta mucho más que una expropiación forzosa o la amenaza de una inundación para echarlo abajo. Aunque eso fue hace mucho tiempo y por cómo reluce ahora rehecha cualquiera diría que, incluso para la villa, aquello ya es agua pasada.
En la calle principal, ya rehabilitada, destacan las casas de colores
Ocurrió en 1964 y según cuentan los últimos habitantes en desalojar el pueblo, el ingeniero jefe de la Confederación Hidrográfica del Tajo (otros dicen que la Guardia Civil) les gritaban: «¡Ni una silla debe quedar!». El embalse se iba a llenar por completo y el agua amenazaba con alcanzar la muralla o eso pensaban entonces. El pueblo no se inundó jamás, aunque sí las tierras fértiles de las que vivían sus gentes.
Eran los tiempos de la dictadura y un ambicioso plan hidrográfico se puso en marcha en buena parte de Extremadura. El objetivo era crear un embalse aprovechando las aguas del río Alagón, afluente del Tajo con un meandro digno de mención en la zona de Las Hurdes, pero esa es otra historia. A su paso por las Tierras de Granadilla se utilizó para crear un embalse de casi 4.700 hectáreas.
El embalse Gabriel y Galán deja estampas como esta
Aunque el proyecto se terminó concretando en 1955 –fue cuando se declaró la expropiación forzosa de los habitantes de Granadilla–, la idea de un pantano con el nombre del poeta salmantino José María Gabriel y Galán «ya se mencionaba en documentos del gobierno de 1934 durante la II República Española», según asegura Juan José Barrios Sánchez, responsable de la Casa Museo del poeta ubicada en el Guijo de Granadilla (otro de los pueblitos de la zona que bien merece una parada).
Detalle del interior de la casa del poeta
Después de la salida del último vecino, la naturaleza tomó cuenta de las casas avanzando implacable. «Cuando el pueblo estaba abandonado veníamos a veces a visitarlo y entrábamos con raquetas en los pies para poder caminar sobre las zarzas que lo cubrían todo», asegura Rafael Seturio Hernández, vecino de Aldeanueva del Camino.
Un vecino del Guijo de Granadilla, donde vivió el poeta que da nombre al pantano
Paseando entre sus calles, el visitante percibe en cada piedra derruida que la villa, fundada por los musulmanes en el siglo IX, encierra entre sus muros historias más antiguas de supervivencia. En el año 1160, el Rey Fernando II de León reconquistó Granada, que así se llamaba entonces «por su perímetro original y el orden de las calles que reproducen la forma del fruto de la granada», según explica uno de los folletos de la Oficina de Turismo. Sin embargo, una vez que fue reconquistada la andaluza, se le cambió por Granadilla para evitar confusiones.
La recuperación de la villa
Después de recibir su última embestida, el desalojo, a Granadilla le salvó la vida ser declarada Conjunto Histórico Artístico en 1980, momento en el que se apostó de nuevo por ella. Y cuatro años después llegaba su resurrección definitiva cuando pasó a formar parte del Programa de Reconstrucción de Pueblos Abandonados, del que solo forman parte, junto a Granadilla, otros dos municipios españoles: Bubal (Huesca) y Umbralejo (Guadalajara). Con este plan no solo se ha rehabilitado el pueblo, sino que también se ha conseguido que miles de estudiantes de toda España emulen la experiencia de ser un agricultor o un ganadero mientras viven y trabajan en los huertos intramuros durante 15 días. Granadilla se convierte cada verano para estos chavales en un laboratorio a tamaño real de la vida en el campo.
Los vecinos de pueblos cercanos conocen bien Granadilla
Actualmente, cuando uno llega a la plaza, resulta fácil evocar un domingo cualquiera de hace 80 años e imaginarse a la gente del pueblo reuniéndose en la plaza para charlar, jugar o bailar después de haber asistido a la misa dominical en Nuestra Señora de la Asunción, su iglesia del siglo XVI. Ya fuera de los muros, con la primavera refulgen las encinas, los eucaliptos y los olivos a orillas del pantano, que añade al entorno ese aquel que aportan las masas de agua a los paisajes: frescura, belleza y paz.
Su iglesia evoca las costumbres de otra época
«Aquí es todo bonito y además la temperatura se mantiene bien durante todo el año: no hace mucho calor en verano ni mucho frío en invierno. Vienes a pasar el día porque el entorno es perfecto y si te traes la canoa puedes pescar, bañarte y merendar», cuenta Hernández, que ha venido a disfrutar del domingo con su familia.
Las zonas de baño en el pantano se llenan de familias
Conviene saber que aunque el baño está permitido, se recomienda precaución. «No deja de ser un embalse y siempre hay dificultades del terreno que no vemos por el agua», recuerda Noelia Parra Jiménez, gerente de la web turística Granadilla Viva. Además, para los que descartan hacer pícnic en los merenderos de la zona, pueden «comer en Zarza de Granadilla, a unos escasos diez minutos, donde hay varios sitios para poder degustar un buen menú a precios muy asequibles».